De cuerpo presente
Las obras de Lidia González y de Gladys Silva no son complacientes. Ambas son ¨hacedoras¨, trabajadoras del arte que ponen en juego sus habilidades en producciones materiales y las cargan de significados que interpelan, y sitian la mirada en un lugar social y político. En ese sentido como expresa Magdalena Abakanowicz: “El arte nace de una lucha entre el sueño y la realidad, no resuelve problemas, pero nos hace conscientes de su existencia. Abre nuestros ojos para ver y nuestro cerebro para imaginar.” No solo debemos entender el arte como una producción cultural sino también como constitutivo de significados y de ideología, no mera ilustración.
Por definición, toda representación lo es de un “objeto ausente”, aquí esa “ausencia” son las mujeres que se hacen presentes a través de las obras que las artistas construyen, desde sus miradas personales, y que son el ideario de esta exhibición.
El foco de Lidia esta puesto en cuerpos femeninos en circunstancias específicas, que habitan espacios y tiempos de vida, que circulan en la ciudad. Lidia es una observadora tenaz del mundo femenino.
Cuerpos que se desplazan lentamente. Cuerpos relegados, olvidados. Cuerpos con cansancio acumulado y desgaste muscular. En soledad o en compañía. Cuerpos que dan la espalda, esa “estructura vital que soporta las cargas, su evidencia física y simbólica”, como dice la artista. Cuerpos anónimos que aluden a sus pesos materiales y nos invitan a reflexionar sobre el paso del tiempo, la vejez, y a imaginar las historias que narran sus anatomías encorvadas. Cuerpos que, sin embargo, se mantienen de pie y avanzan.
A partir de fotos de personas, que ella captura de manera espontánea en escenas callejeras y que luego traslada al soporte de papel, configura sus obras. Esas presencias densas de cargas se transforman en siluetas livianas, estructuras externas delineadas con hilos, cosidas a máquina. La artista dibuja y cose a sus personajes con líneas mecánicas de hilos. El volumen denso de la fotografía se convierte en figura lineal y vacía que flota sobre el papel. En ocasiones el resto fotográfico se cuela y aparece como una imagen fantasmagórica de lo que fue la persona real.
“La máquina de coser me impone limitaciones, pero también me permite inventar recorridos y definir la morfología anatómica. Los hilos aportan sus colores y grosores.” Lidia arquea su espalda, como en un acto mimético para realizar sus costuras y en esa tarea libera a sus mujeres que caminan sobre el papel realizando sus destinos.
Gladys elije el vidrio como material para sus obras. Vidrio duro y transparente que se fragiliza y se moldea sometido al calor del horno y a las manos de la artista. “La capacidad de transformación del material me permite jugar con las formas, los colores, espesores, el vidrio me refuerza, me muestra, me expone.” La artista plantea en sus obras temáticas de género y violencia. Ella habla de “como son las cosas”.
Reconstruye estética y simbólicamente instancias particulares de hechos facticos donde no hay territorio para el disenso. Apoyada en estadísticas, sus elementos de prueba dan cuenta de esa realidad que sigue siendo invisibilizada. Descubre “in absentia” indicios de los crímenes y violencias ejercidos contra las mujeres. “Lo personal se vuelve político” para hacer referencia a una estructura que oprime.
Las imágenes no son consuelo sino denuncias, metáforas materiales de una realidad desgarrada que se muestra en el aplastamiento y la chorreadura de los vidrios.
El espacio de la instalación es una alegoría del hogar que es “lugar de afecto e intimidad, pero también el lugar privilegiado de la violencia”, dice Gladys. La repetición numerosa de frascos, personificación de la mujer, ocupa todos los espacios, funciona como insistencia y como la presión de algo oculto: manipulación, degradación y femicidio. La información que perciben la diversidad de espectadoras y espectadores es connotativa de la realidad de violencia material y simbólica. En sus “caídas al vacío” el vidrio se derrama por efecto del calor, pero la artista lo sostiene con soportes de alambre, como tejidos internos, especies de esqueletos que evitan su precipitación final. “Esa fuerza femenina que resiste la caída y se sostiene en su propia estructura, dando solidez a su aparente fragilidad”
Ambas artistas juegan con las tensiones de las realidades de las mujeres; a partir de distintos materiales y procesos, encuadran sus obras desde una mirada feminista que se enfoca en las vicisitudes y circunstancias vitales de las mujeres. Con sus trabajos laboriosos y poéticos nos hablan de resistencia y resiliencia.
¿No es acaso el arte capaz de visibilizar lo que todes estamos en condiciones de ver y así contribuir a la memoria?
Nora Arrechea.